En nuestras ciudades, la forma urbana evidencia el estrecho vínculo entre patriarcado y capital. En los diferentes espacios que habitamos —nuestras casas, nuestras calles o nuestras plazas—, el modelo urbano responde principalmente a las experiencias y necesidades de un sujeto masculino y a la explotación económica. A partir de esta lógica, el urbanismo y la arquitectura han promovido la exclusión de las mujeres del espacio urbano, así como de otras subjetividades no hegemónicas, como personas racializadas, mayores, criaturas o gente con diversidad funcional, entre otras.
Esta lógica opera a través de redes de movilidad y transporte pensadas fundamentalmente para el vehículo privado y el traslado de mercancías; una arquitectura que reduce al mínimo el espacio disponible para los cuidados; o un planeamiento estratégico en manos de cúpulas de especialistas desvinculados de la vida de las personas. Una ciudad que destruye y expulsa todo aquello que no responda a las lógicas de extracción de valor del territorio y del cuerpo.
La propuesta que las autoras desarrollan en este libro recoge una genealogía de décadas de elaboración crítica y experiencias prácticas, cuyo repertorio permite hoy al feminismo ofrecer un contramodelo frente a la ciudad neoliberal. Una ciudad cuidadora que subvierta el actual orden de prioridades, superando la dicotomía público-privado, mediante el diseño de entornos que pongan en el centro las necesidades de una población diversa y compleja, que sean sostenibles en términos sociales y ambientales, y en los cuales las decisiones políticas y estratégicas estén en manos de sus habitantes.
En Urbanismo feminista se concretan y detallan diferentes aspectos relativos a esa ciudad que pone la vida en el centro, desde la clara conciencia de que solamente los procesos impulsados desde abajo, y a partir de la complejidad comunitaria, edificarán una realidad urbana radicalmente distinta a la que conocemos.
A partir del siglo XVI, el discurso médico comenzó a concebir el cuerpo de la mujer como un cuerpo enfermo y lo afligió con mil males: "asfixia de la matriz", "histeria", "furia uterina", etc. Lo sano y lo malsano han justificado desde entonces la desigualdad de género y han funcionado como categorías de poder. En América, los primeros naturalistas modelaron la diferencia sexual para desarrollar el concepto de "raza": las indias e indios caribeños o los esclavos deportados serían, en este esquema poblaciones con un temperamento patógeno, afeminado y débil.
Siguiendo la estela de Frantz Fanon, Angela Davis o Silvia Federici y de los mejores genealogistas, Elsa Dorlin desentraña, a través de documentación original, cómo operan estas articulaciones entre género, sexualidad y raza, y su papel central en la formación de las naciones europeas. Unas naciones que se erigirán, precisamente, desde un modelo de "madre" moderno, blanco y sano, opuesto a las figuras “degeneradas” de la feminidad como la bruja, la cantinera o prostituta, la histérica, la ninfómana y la esclava africana.
“Estudio que, en la tradición del feminismo negro estadounidense (del cual Angela Davis es una de las principales teóricas), tiene la intención de reflexionar sobre las relaciones entre el sexo y la raza” -Geoffroy de Lagasnerie, Têtu
“Foucault demostró que el sexo era menos un hecho anatómico que una construcción social. Elsa Dorlin revela cómo el nacimiento de la nación en el siglo XIX heredó las representaciones que se hacían del cuerpo de las mujeres y los esclavos” -André Masse-Stamberger, The Daily Doctor
“Brillante y erudito” -Olivier Doubre, Politis
“Un hermoso ensayo” -Jean Birnbaum, Le Monde
C. Arab, Las señoras de la fresa. La invisibilidad de las temporeras marroquíes en España, 224 pags., 14,00 €
Esta emigración de supervivencia ofrece a las señoras de la fresa oportunidades de emancipación y autonomía. Es útil a España y Marruecos por medio de un deal que puede parecer inaceptable y plantea una cuestión ética: mujeres contra fresas. ¿Las mujeres españolas habrían aceptado esas condiciones para recolectar las fresas? ¡No! ¿Habrían aceptado separarse de sus hijos durante tres meses o más? ¡No! Se buscó, por tanto, no muy lejos, obreras dóciles, con criterios muy estrictos para que estas indeseadas no permanecieran en territorio español. ¿Puede imaginarse siquiera a miles de mujeres españolas trabajando en los invernaderos de fresas por un salario miserable en una región que se enriquece gracias a la comercialización del oro rojo? Enseguida habrían aparecido denuncias contra las condiciones de trabajo y alojamiento, contra la dureza del trabajo, y reivindicaciones salariales. ¿Qué otro trabajo impone a los adultos una vida en colectividad sin el más elemental respeto al derecho a la intimidad? Los procesos de emancipación no deben hacernos olvidar la precariedad y las condiciones de reclutamiento de estas mujeres, elegidas entre las más frágiles, desde un punto de vista social, de su país. Todos estos factores persiguen evitar la menor rebelión, la menor reivindicación, por pequeña que sea.
S. Rowbotham, Mujeres, resistencia y revolución, 410 pags., 20,50 €
Sheila Rowbotham vuelve sus pasos sobre la historia para analizar la relación real entre la liberación de las mujeres y la izquierda revolucionaria. En una genealogía de las revoluciones, nos descubre el despertar del feminismo en las herejías religiosas de los siglos XIII y XIV, en la Comuna o la Revolución francesa. Y, a partir de la relación que Marx y Engels establecieron en la explotación de la clase obrera y la opresión de las mujeres, estudia los efectos de la revolución industrial y del sindicalismo sobre la condición de la mujer. Y ofrece igualmente una imagen de la situación femenina en Rusia, tras la fallida Revolución bolchevique, y, en China, tras la «Revolución Cultural», centrándose además en los esfuerzos realizados por las mujeres en la resistencia al imperialismo en Argelia, Cuba y Vietnam. Hilando finamente anécdotas y ejemplos de enorme valor histórico, Rowbotham nos muestra en este tupido telar cómo se enfrentaron las mujeres a los desafíos duales de un sistema estatal injusto y al prejuicio social y sexual. Mujeres, resistencia y revolución es ya un clásico del feminismo que inspirará a las nuevas generaciones de pensadoras y activistas feministas.