La matanza de Casas Viejas levantó una enorme ola de solidaridad con las víctimas en la sociedad española, más allá de su adscripción ideológica. Una de las consecuencias que tuvo fue poner de manifiesto las profundas diferencias existentes en la sociedad española, no sólo en lo que respecta a su desigualdad económica, sino también en la existencia de diferentes mundos mentales.
En febrero de 1933 visitaron Casas Viejas el director del periódico CNT, Avelino González Mallada y el secretario regional, Vicente Ballester. A principios de marzo ve la luz un folleto que relata la versión del comité regional de la CNT: Han pasado los bárbaros (la verdad sobre Casas Viejas) firmado por el Comité Regional, pero escrito por el propio Ballester. Este librito reproduce en edición facsímil el mismo con una introducción de José Luis Gutiérrez Molina.
Este libro se edita el enero de 2024, cuando se cumplen 91 años de la matanza de Casas Viejas y de la publicación del folleto. Para la presente realización del mismo los editores han optado por componer una reconstrucción facsimilar del original, dada la mala calidad de la copia que se disponía. Para ello, se ha intentado rehacer la disposición tipográfica y la diagramación primitiva, así como eliminar signaturas y huellas de su paso por bibliotecas del ejemplar. El sistema de impresión también es diferente, así como la calidad del papel. Las tipografías utilizadas son recreaciones de los tipos de plomo originales, pero en versiones actuales para la edición electrónica. Se ha respetado la paginación original del folleto.
El problema meridional ha sido estudiado a lo largo de todo el siglo XIX por un gran número de investigadores. Su denuncia de los males sociales y políticos se ha presentado como un problema relacionado con la distribución de la riqueza o con la necesidad de atajar las fuentes de la desigualdad. Esta agenda se sostenía gracias a un ideal reformista que dejaba en el aire la cuestión esencial: qué fuerza debería hacerse protagonista de la transformación del Sur, puesto que la burguesía italiana no respondía a su llamada.
Situándose en la época donde imperaba el fascismo en el país, Antonio Gramsci va más allá y traslada a los problemas concretos de entonces a la fórmula de los consejos soviéticos y además adapta el concepto de consejo campesino que se hizo famoso durante la revolución rusa. Al igual que en la ciudad, también en el campo, el Consejo organizará de manera permanente a las masas, las educará en términos socialistas, será la sede en la que la comunidad campesina afrontará sus propias necesidades y planificará colectivamente la misma acción productiva. Para el autor, en este Consejo campesino nacerá un nuevo tipo de productores, surgirá una nueva conciencia del hombre.
Desde su salida de la India medio milenio antes que Colón llegase a tierras americanas, los gitanos recorrieron Asia y Europa hasta alcanzar los territorios hispanos en el primer cuarto del siglo XV. El mundo conocido acabó para ellos en Andalucía, hasta que el descubrimiento de América les abrió la oportunidad de continuar su expansión, aunque sometidos a las exigencias de las políticas coloniales de las potencias europeas.
Un viaje de mil años, condicionado por un proceso civilizatorio de políticas migratorias basadas en la represión y la exclusión. En general, la historia de los gitanos en las Américas ha sido poco tratada. Y cuando se ha hecho, lo ha sido de forma fragmentaria e inconexa. Este es el caso del colonialismo penal que las potencias europeas de la Edad Moderna, como España, Portugal, Inglaterra y Francia, ejercieron sobre su población gitana.
Cada una de ellas, en distintas épocas, apostaron por un colonialismo penal en función de diferentes objetivos: aumentar la población de las colonias, deshacerse de elementos considerados indeseables y obtener un utilitarismo penal de las condenas. Unos objetivos de los que la corona española se apartó pronto, al prohibir el paso a las Indias, a aquellos individuos que se consideraban asociales, como fue el caso de los gitanos. Las demás potencias coloniales, sin embargo, mantuvieron su política penitenciaria y transformaron sus posesiones americanas en una gran prisión.
Presentamos aquí un testimonio de un valor incalculable, encuadrado en el mejor periodismo de denuncia social. Estas magníficas crónicas, reunidas bajo el título de Los vencidos, son el fruto de dos viajes que Manuel Ciges Aparicio realizó en la primera década del siglo XX: uno a las minas de Riotinto en Huelva («La California del cobre») y otro a las minas de mercurio de Almadén en Ciudad Real («La ciudad doliente»).
Los vencidos —enmarcado por el autor en una serie titulada Las luchas de nuestros días— es considerada una obra precursora de la literatura social y pionera de la denuncia medioambiental en España. En ella Ciges traza un certero cuadro de las infames condiciones de vida de los mineros y de sus familias, así como de los estragos que la mina causa en su salud y en el entorno. Además, desentraña los intereses empresariales que se benefician de tamaña explotación, llevada a cabo con la imprescindible colaboración del Estado y sus adláteres.